No es posible seguir creyendo que el mundo es tal cual se nos presenta.
No parece claro que sigamos inconformes pero inactivos.
Es más que necesario que cada uno reaccione desde sí mismo y despierte de su tirana ceguera para que, así, cada hermano se levante y se desligue de la pesadez que lo ahora y extienda sus manos en un intento por abrazar la Tierra en una muestra de su amor puro y su firme decisión de luchar por la vida.
Es inconcebible que aún hoy muchos consideren que luchar y hacer la guerra son lo mismo.
Cuando luchamos, lo hacemos en defensa de nosotros mismos y de los ideales de vida que todos compartimos.
Por el contrario, la guerra es un intento de los “poderosos” por eliminar todo aquello que se opone a su mandato y les impide realizarse en su avaricia.
En la lucha, todos estamos de acuerdo en lo que hacemos, pues seguimos nobles ideales.
En la guerra, sólo somos peones del “Patrón” y de sus intereses.
Para luchar, debemos comprender cuán importante es que estemos todos unidos.
Debemos acercarnos como hermanos y descubrir que aún los que no están de acuerdo con nosotros siguen siendo hijos de la misma Tierra.
Es necesario recapacitar y darnos cuenta de que la violencia sólo engendra más violencia y que para dar un paso adelante en la búsqueda de nuestra paz, es preciso reconocer en el mundo un reflejo de nosotros mismos y unirnos, no como un masa informe, sino como un ejército de seres pensantes: cada uno como un órgano esencial en la lucha pacífica por el bien común…
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